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El problema de los colegios católicos

A raíz de mi anterior entrada y del comentario de mi muy querido primo (profesor de la pública en Madrid) y mi respuesta, creo necesario traer otro tema aquí. Un tema que considero fundamental y de vital importancia afrontar por parte de los que defendemos la opción a cursar una educación católica: El tema de los colegios católicos.

Hablo en el título del «problema» de los mismos. Algunos dicen que el problema es la simple existencia de colegios con ideario, o la presencia de la iglesia en la educación. Evidentemente no es esa mi visión. Pero mi visión tampoco es, ni mucho menos, la de tantos y tantos padres y responsables de entidades educativas religiosas que consideran que el único problema que tienen esos centros son las dificultades de los conciertos, la financiación, o cosas así.

Creo que es muy necesario decir en voz muy alta que el verdadero problema de los colegios concertados católicos es, simplemente… que no existen. O, por evitar la injusticia de la generalización, que apenas existen. Lo que sí existen son centros concertados cuyos titulares son entidades católicas y con un ideario que habla de cristianismo o catolicismo. Pero colegio católico…

A ver, un colegio católico no puede ser aquel que tiene un crucifijo en el aula y en el que se imparte la asignatura de religión a todos. Precisamente el asunto de la asignatura es una de los errores más comunes entre padres católicos tan bienintencionados como endebles. Esos que hinchan la vena cuando se habla de quitar la asignatura y que, recibiéndola, piensan que todo está más que bien.

No. La asignatura de religión es LO DE MENOS. Algo reivindicable pero a mi entender, totalmente prescindible e incluso contraproducente en no pocas ocasiones. Y es que no faltan las clases de religión en la que lo que se dice no son más que disparates teológicos o puras y simples herejías. Un paso más en ese problema es que esas herejías no sólo se dicen en clases de religión en colegios públicos, sino que son sostenidos por no pocos religiosos titulares de centros de enseñanza a los que confiados padres mandan a sus hijos creyendo que los dejan a salvo pero en los que reciben una formación que tiene que ver con el Magisterio de la Iglesia y con San Ignacio de Loyola (por señalar directamente, aunque esté mal visto) lo que yo con una campeona de gimnasia rítmica.

Dicen muchos para oponerse a la enseñanza religiosa, y cito las palabras textuales de mi primo (que no es ningún peligroso laicista) «que los maestros (religiosos o no) eduquen en la escuela, los curas en la parroquia y los padres en casa, pero que eduquen, al fin y al cabo.» Este planteamiento no es malo, ni mucho menos, y yo estaría dispuesto a secundarlo. Ahora bien, partiendo de una premisa: Que lo que cada uno de esos tres responsables de la formación del niño SE COMPLEMENTEN Y NO SE OPONGAN. Es decir… a mí no me puede decir nadie que yo tengo derecho a la formación de mis hijos porque yo puedo enseñarles mis valores y el cura puede darle catequesis en la parroquia si cuando llegan al colegio los profesores les van a decir que no hay verdades absolutas, que tu derecho al bienestar está por encima de la vida de otro, que una pareja de homosexuales son tan «familia normal» como su madre y yo, que lo bueno o lo malo se fija en base al consenso… O sencillamente, que no hay mayor valor que el bienestar, que el objetivo de una vida debe ser tener la mejor posición social y ganar mucho dinero o que el sentido de los días no laborables es el poder hacer la compra o ir al fútbol.

Eso es un disparate, y eso es exactamente lo que sucede con esos compartimentos estancos que muchos defienden. Y eso es lo que muchos padres católicos están aceptando, cuando no aplaudiendo con las orejas. Y es que es muy incómodo ir contracorriente, si total, lo que van a ver en la calle es eso, qué le voy a hacer. Y es que hay un error de partida. No se trata de que los niños no vean en la calle lo que hay, sino que sepan, porque se lo dicen sus padres, pero también sus formadores, que eso es malo.

Yo no le voy a decir a una hija mía que en la calle no hay drogas ni prostitución ni violencia. Al contrario. Le hablo de ello y le digo que eso es malo. No me conformo con que «bueno, si es una realidad que está ahí… que pruebe y se haga la opinión».

Con cuánta mayor razón y motivo en aquellos aspectos morales que son fundamentales y que más allá de la puerta de casa, sin hacer falta callejones oscuros ni barrios marginales, sabemos que encontrarán a puñados. El problema no es que mis hijos sepan que eso existe. El problema es que se les enseñe como normal, como aceptable, como bueno. Porque total, lo hace todo el mundo y está socialmente aceptado. Y es absurdo decirme que yo soy libre de decirle que es malo en casa pero que la labor del cole es decirle que eso es bueno o, cuanto menos, no malo.

Se hace necesaria, vital, una llamada de atención a los responsables de las entidades educativas católicas. Si verdaderamente lo son (católicos), deben tener siempre presente que su primera obligación es la evangelización. Que la educación y la enseñanza es el camino, la fórmula que, normalmente heredada de sus fundadores, ha elegido su comunidad para hacerlo. Pero que jamás puede ser la educación el objetivo y el apostolado lo accesorio. No vale más escudarse en la precaución de «¿y si perdemos el concierto?» o «es que nos buscamos un problema con la Consejería». ¿De qué les valdrá el concierto si faltan a su voto y a la que es (o al menos debería ser) su verdadera vocación? Oiga, y si hay problemas con la autoridad… ¡benditos sean! ¿O es que ya no recordamos nada de eso de los que sean perseguidos por su causa?

Un aparte aquí para agradecer las palabras de la dirección de la entidad religiosa del colegio de mis hijos en la presentación cuando llegamos: «Nuestra vocación primera es religiosa y a partir de ella, educativa. Si no damos catequesis, si no hay pastoral, para eso cerramos y nos vamos, y vayan ustedes a la pública». Ese es el planteamiento necesario. Luego, además, hay que llevarlo a las últimas consecuencias.

Y, por favor, el que quiera me entiende perfectamente. No estoy pidiendo que los niños dejen de recibir el temario propio de su curso para sólo hablar de religión. No hace ninguna falta. Lo que sí es necesario es que TODA la jornada escolar esté fundamentada en unos valores impepinables. Eso también es apostolado.

Y luego tantas y tantas cosas aparentemente pequeñas, como el ofrecer el día por la mañana, o el rezo del ángelus a las 12… son detalles mínimos, que no podía creer cuando hace poco supe que son cosas que no se hacen ¡en colegios de monjas! ¿Por qué? ¿Porque suena ñoño? ¿Porque podemos resultar pesados?

¿Qué hay de la formación de la conciencia? Existen MILES de ocasiones en las que se acepta casi de todo porque, como en el libro de texto dice esto que no es del todo correcto… bueno, no vamos a liar a los niños… Miren, un pequeño ejemplo: Libro de la asignatura de Religión Católica, de la editorial ¿católica? SM. 2º de la ESO. «La diversidad de creencias es algo enriquecedor para la sociedad». Y bajo esa introducción se habla no ya cristianismo, no ya de judaísmo, sino que se incluyen creencias como la magia, la adivinación… ¿Cuántos padres, ante esto, han aclarado a sus hijos que, ante la diversidad de creencias, nuestra obligación es rezar y pedir por la conversión de paganos, herejes y blasfemos? Y lo que es peor… ¿cuántos profesores de religión católica en colegios católicos con un libro supuestamente católico ha hecho lo que en un colegio católico tendría que haber dicho el profesor nada más leer ese párrafo, o cuanto menos la más mínima aclaración?

Colegios católicos, eso es lo que necesitamos. No me cabe duda de que algunos responsables de centros nominalmente católicos son mucho peor que el peor laicista. Como tampoco me cabe duda de que hay otros que hacen lo que pueden. Y que la gran mayoría capean el temporal y juegan a equilibristas. No es suficiente.

Pero ¿cómo van los centros a dar un paso al frente cuando somos los padres, que deberíamos ser los primeros interesados, los que estamos dispuestos a tragar con todo? ¿Cuántos de nosotros hemos pedido hablar con la dirección o con los encargados de pastoral para exponerles nuestro parecer y, sobre todo, decir aquí estoy yo para lo que necesiten y manden? ¿Cuántos de nosotros murmuramos y disimulamos en lugar de corregir a nuestros hijos y decirles «no, mira, eso no es como te han contado, sino así, así y así. Y mañana vas y se lo dices al profesor o a los que te han dicho eso». Claro, es mejor disimular, no señalarnos y no señalarles a ellos… ¿verdad? ¿Es mejor avergonzarse? ¿Les suena aquello de «quien se avergüence de mí…»? Como tantas otras cosas, no se moverán si nos quedamos en el sofá esperando. Así que ya estamos tardando.

Sería conveniente también que nuestros obispos se pusieran a ello, y, además de presionar a las autoridades sin pararse en conveniencias o antipatías, vigilaran estrictamente a los responsables de los colegios y llamaran al orden a quien fuera menester. Y esto a lo mejor también hay que moverlo. Y en el caso de que llevemos nuestra protesta al centro y no seamos atendidos o, como en sangrantes casos que muchos conocemos, encima seamos reprendidos por «ultras» o cosas así, ahí está nuestra obligación como católicos rasos de alertar a la autoridad eclesiástica de que se está haciendo algo incorrecto, grave en ocasiones, bajo el paraguas de una entidad religiosa. Que luego se actúe como se debe puede escapar de nuestras manos. Pero hagamos nuestra parte. Que ellos cargarán con lo que tengan que cargar si no cumplen su misión.

La formación académica de los colegios concertados católicos, en general, es buena, superior a la media. Pero ¿de qué ha de servir a nuestros hijos si por ello empeora su formación moral? ¿O es que nos basta con que salgan sabiendo mucho para así «ganar el mundo», olvidando aquello de Mateo 16, 26?

Tenemos un problema con los colegios católicos. Y es que no los hay.

Quizá porque no nos los ganamos ni merecemos.

Blindar la pública

Los socios de gobierno en la Junta de Andalucía andan bravuconeando sobre la no renovación de plazas en la escuela concertada para los próximos cursos con la excusa, dicen, de «blindar la escuela pública». Dicen que ante el ataque sin precedentes que la escuela pública está recibiendo del Gobierno de España (sin explicar en qué consiste ese ataque), su deber es protegerla. ¿Cómo? Liquidando unidades concertadas. [1] [2].

La verdad es que la pretendida justificación es lo de menos, ya que si no es por culpa de la propuesta Wert lo será por la alineación de planetas o por el precio del trigo. El caso es, una y otra vez, señalar que el peligro de la enseñanza en España está en la concertada. Esto, además, provoca un eco en el rebaño tan arraigado como lamentable, y al momento cualquier medio que publica estas cosas se llena de aplausos por la defensa de lo público, clamando contra los males que trae la concertada. Y la discusión se queda entre si hay derecho o no hay derecho en que exista la concertada.

Evidentemente estoy por ese derecho, pero estoy cansado de que ese tema se sitúe como el principal, insisto, porque se identifica como enemigo de la pública a la privada concertada. Y no es cierto. Más allá de libertad de educación y de derechos de las familias, hay que decirlo bien alto y claro: Toda la campaña de la Junta y de sus voceros se basa en una infame e infecta mentira. Porque el enemigo de la escuela pública en España en general y en Andalucía en particular NO ES la concertada. No somos los padres que elegimos concertada. Los enemigos de la escuela pública concretamente en Andalucía ES LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA.

Contra toda esperanza de que esto sea asimilado por los secuaces de María del Mar Moreno, trataré de explicarlo de manera clara: Dicen en la Junta que quieren «blindar la pública». Magnífico. Háganlo. Yo, padre de la concertada y firme defensor de ese modelo, soy el primer interesado. De verdad. Pero en blindar la pública, no en eliminar la alternativa. Miren, es muy fácil: En el momento en que la pública ofrezca una garantía de calidad similar a la concertada, habrá muchos padres que dejarán de ver como la peor opción la pública, y dejará de haber tortas por entrar en concertados y las habrá por entrar en los públicos. Incluso a lo mejor los hijos de los políticos que tanto hablan de la pública empiezan a matricularse en ella y todo. Bueno, igual con eso me he pasado.

Dicen los voceros de esta gente, para oponerse a los conciertos, cosas que «quien quiera un capricho o una educación elitista que se lo pague». Incluso algún especimen más tonto de lo habitual ha llegado a escribir que «quien quiera calidad que la pague». Dejando aparte lo curioso que es este argumento en quienes normalmente quieren que todas sus apetencias se las paguemos a escote los contribuyentes, hay que decirles lo que es evidente: Mire, no. Es que yo ya estoy pagando caprichos a precio desorbitado. Es que yo ya estoy pagando con mis impuestos unas plazas públicas que en Andalucía me cuestan LO MISMO O MAS que si mandara a mis hijos a colegios privados (el último dato revisado era de un coste por alumno de la pública andaluza y curso de en torno a los 5.700 euros, echen la cuenta). No es un problema de dinero. Es un problema de modelo, de diseño y de gestión. Es un problema de que los nefastos gobernantes que llevan masacrando la escuela pública en Andalucía durante décadas están pagando costes similares a los que se pagan en colegios de los que ellos critican por ser «caprichos de señoritos», con la diferencia de que el resultado es NEFASTO, no según mi opinión sino según se refleja una y otra vez en cuanto estudio sobre la educación se publica en Andalucía, en España y en Europa.

Pero, oh casualidad, estos cafres responsables de un crimen educativo pretenden decirnos que la culpa no es de ellos, sino de las entidades que sacan adelante colegios a un coste (para el contribuyente, es decir, para usted y para mí) aproximado de LA MITAD de dinero por alumno y curso que en la pública, y al que sólo acuden las familias que así lo solicitan (en cambio al público sí te mandan contra tu elección).

Y, lo que es muchísimo más grave: Hay miles y miles y miles de BORREGOS que se creen semejante falacia y, en lugar de coger a los responsables del atraso educativo de sus hijos y correrlos a gorrazos y tirarlos cuanto menos al pilón, como se hacía cuando este era un país civilizado, se dedican a pedir que esos colegios que por petición de las familias se basan en un ideario y atienden al 20% de los alumnos andaluces AHORRANDO A LA JUNTA UN 50% DE LO QUE LE COSTARÍA tener a ese 20% en colegios públicos, sean cerrados, sus alumnos obligados a ir a otro tipo de colegio, y todos los contribuyentes a seguir pagando un pastón inadmisible por plaza y curso, mientras los responsables siguen viviendo del cuento, arruinando nuestra enseñanza y gritando, de vez en cuando, «que vienen los curas» para que el rebaño les siga sosteniendo.

Por terminar, dos cosas más:

Primera: Tengo para mí el convencimiento ABSOLUTO de que en Andalucía no se concierta el bachillerato por una razón fundamental: Porque de esa manera, los alumnos que cursan EP y ESO en la concertada y Bachillerato en el Instituto Público, figuran después en las estadísticas de Selectividad como alumnos de la pública. Si no fuera así, las comparativas quizá fueran -todavía- peores para la Escuela Pública a la que llevan décadas echando dinero PARA NADA mientras echan la culpa, como siempre, a los demás.

Segunda: Es una desgracia tener que recordarlo, pero es tan evidente que en estos tiempos habrá que hacerlo, porque además es la base de todo mi argumento: La educación no es una atribución del estado, sino de la familia. Por tanto deberían ser las familias las pudieran decidir qué tipo de educación eligen y el estado colaborar (nada más, y nada menos, que colaborar) subsidiariamente con ellas. Esto no sólo incluye enseñanza concertada, pública o privada, sino con el ideario que sea y el método pedagógico elegido libremente. Y ahí incluyo la educación en casa y los colegios de educación diferenciada, por supuesto. Ir en contra de CUALQUIERA de esas modalidades libremente elegidas por las familias (con los controles que se quiera, de niveles mínimos equiparables a los de la pública en determinados momentos del currículum, por ejemplo) supone simplemente la pretensión de moldear al alumnado al gusto del Gran Hermano Estatal eliminando la discrepancia que pueda poner en peligro el chiringuito.

Porque de eso en el fondo es de lo que se trata. Lo que pasa es que algunos de los borregos todavía no lo saben y siguen -beee, beee- repitiendo la falacia de los privilegios mientras entregan la educación de sus propios hijos como tributo.

Cuidado con Línea Abierta

A ver, que los procedentes de Cajasol ya se van a encontrar con sorpresitas de la Caixa.

Cajasol Directo era la banca por internet de Cajasol. Servicio gratuito. La Caixa avisa de que a partir de la absorción, lógicamente, pasa a ser Línea Abierta, que es el suyo. Y además anima a conectarse porque por cada conexión se participa en el sorteo de un iPad y no sé qué más.

La conexión a Línea Abierta, como la de todos los servicios de banca on line, se cae por inactividad… lo que pasa es que de todas las conexiones que he conocido (y son varias), ninguna se cae tan rápido como ésta, que dudo que pase los 5 minutos de espera.

Ya se de un caso al que (en 25 días que llevamos de cambio, ojo) le han cobrado ¡180 euros! en concepto de conexión a Línea Abierta.

Resulta que para particulares el servicio es gratuito con un límite de 100 conexiones mensuales. Que puede parecer mucho, pero insisto en que se cae en 5 minutos y es fácil que para hacer un par de gestiones rápidas mientras se está hablando por teléfono o trabajando en otra pantalla, se caiga la conexión y hagan falta 2, 3, 4 ó hasta 5 conexiones.

En conclusión: Con largas colas de clientes en las antiguas oficinas Cajasol pidiendo la baja de sus cuentas, y metiendo rejones de a 180 euros al mes por la puta cara, la mayor entidad de España no es que empiece haciendo amigos…

Y mira que yo he defendido a la Caixa en toda esta historia frente a quien se quejaba porque «vengan los catalanes», echando la culpa a quien ha puesto la pasta que los andaluces que han dilapidado 175 años de historia a base de robo y despilfarro. Pero ante esto, me voy a empezar a guardar la defensa… en donde le quepan a la Caixa sus comisiones a mano armada.

Que se haga la opinión

Pues mi zagal -contaba orgulloso el parroquiano- tiene la equipación completa del cascajosa deportivo desde pequeñito. Y es salir por la tele y se pone como loco. Y como salgan los de la olímpica cascajera, se pone… ¡buá! empieza con el «joputaaaaa, cabroneeee». Yo le digo, que a esa gente, cuando juegues en el cole, si otro niño lleva la camiseta de la olímpica, duro y a la rodilla. Sin tonterías.

Y, bueno, sale en la tele el Alfriano, el candidato del Partido Popucialista y manda callar y todo. Y hasta le aplaude. Pero cuando sale el otro, el del Partido Sociapular, le digo yo: ese, ese es un ladrón. Y él, ¡buá!, ya es que los ve y empieza «asesinooooo, joputaaaaa». Ya le digo yo, que no he traído yo la democracia para que manden esos.

Y ahora con la movida esa que hay, a la que sale la noticia en la tele, ya sabe él y en cuanto aparece ese mamonazo le grita «chorizoooo, ladróoooon, estafadoooor». Y yo es que me descojono en el sofá. ¡Ese es mi zagal! Y le propongo rimas con la familia del tío. Le he prometido un megáfono de mano para la próxima manifestación.

Menos mal que estoy yo en casa pa educarle, reley. Porque si no…

Pues ¿qué te crees que me dice mi suegra el otro día? Que lo pasa mu mal, que eso del niño sin bautizar y sin catequesis, ahora que todos sus compañeros han hecho la comunión esa… Pero es lo que yo le digo: «Mira, que está usted muy antigua… que a los niños no se les debe meter ideas en la cabeza. Mejor no hablarle de esas cosas y cuando sea mayor ya que él vea y se haga la opinión, coñe…»

Las abuelas, que quieren dirigir a los niños. Si es que…

28-D: Matanza de los inocentes

Esquela inocentes aborto

Listado de concentraciones convocadas por toda España: Aquí y aquí.

Recuerdos navideños

En la homilía, el sacerdote hablaba de aquellos que repiten que la Navidad es una fiesta triste, frente a la alegría que debe representar su celebración para los cristianos. Versaban sus palabras sobre la visión de muchos, que lloran en los días que vienen a aquellos que ya no comparten turrón con nosotros.

Durante mi adolescencia también yo sentía tristeza en la Navidad. Sobre todo en Nochevieja, al comprobar que, efectivamente, había terminado el año y encarábamos otro. Al contrario del común de los adolescentes, que anhelaba sumar años y experiencia a su vida, hacerse mayor, el alejarme de manera cada vez más rápida de la niñez a mí me dolía en lo más profundo. Todos querían crecer. Yo quería volver atrás. Asocial y «don pacontraria» desde siempre, lo sé.

Las palabras del cura no hablaban de mi caso, por tanto. Pero me sirvieron para plantearme aquellas tristezas del pasado y las navidades del presente. En un momento me vi sentado a la mesa, en un remolino de primos, viendo como una de mis abuelas «reñía» a mi abuelo si hacía amago de pasarse con el turrón, o a la otra siempre pendiente del reloj en Nochebuena para recibir al Niño prendiendo las velas del nacimiento y empezando la oración. El pasillo de mis abuelos paternos era un desfilar de zambombas y panderetas, de niños ¿cantando? villancicos que seguro motivaron más de un dolor de cabeza en el vecindario. El cuarto del fondo de casa de mis abuelos maternos era capaz de albergar a casi dos decenas de primos jugando a la vez a las tinieblas, colgándonos de estanterías y escondiéndonos en armarios en los que hoy supongo no me cabría una pierna. El parque en Madrid, cayendo por las laderas haciendo la croqueta, abrigos y pasamontañas volando. El Espolón en Logroño, esperando que alguna señora resbalara en el hielo. La nieve en Piqueras. Misa del gallo en la pequeña capilla de las monjas de al lado, o en la fea y moderna parroquia de detrás de casa de la tía Mercedes. Monigotes de papel en la espalda de los transeúntes de la Gran Vía. Kilómetros y kilómetros de aquellas carreteras en unos pocos días.

La tristeza de algunos, referida en la homilía, lo es por los que estaban en esas navidades pasadas y hoy ya no están. Acertadamente, el sacerdote emplaza a no sentir esa tristeza, que significa no entender qué es la Navidad, y pone el foco en la alegría de la Natividad del Redentor, de Dios hecho Niño en el pesebre. De todas formas a mí me ha servido para percibir de nuevo el olor de aquellas casas, para oír nítidamente el crujir de aquel suelo de madera, para sentir aquel frío, cortante pero seco y agradable, en las partes de la cara que escapaban de la bufanda y el gorro o el pasamontañas. He vuelto a ver al abuelo Fernando disfrutar con el turrón y al abuelo Calixto repartiéndonos ositos de gominola a los primos.

Y no he sentido tristeza por ello. Al contrario. He sentido la inmensa alegría de tener para siempre todo aquello en lo más profundo, y a la vez -y sobre todo- recordar lo que aprendí en esas reuniones: que en medio de la familia, de la felicidad infantil, de los juegos y de las diversiones, todo giraba en la celebración principal, en saludar y festejar que el Verbo se hizo carne, y que habita entre nosotros. Porque desde entonces, cada vez que recito que nació de Santa María Siempre Virgen tengo presente que lo hizo, que lo hace cada año, al calor de la vela que la abuela Mercedes me enseñó a prender.

No, no es una fiesta triste, sino alegre. Y alegría debemos tener al recordar que tuvimos la suerte de compartirla con todos aquellos que hoy no están.

Recibamos con adoración al Niño y pidámosle que seamos capaces de transmitir a nuestros hijos siquiera una mínima porción de lo la Navidad, sin necesidad de luces callejeras, ni escaparates, ni fiestas vacías, siempre ha sido.

Feliz Navidad.

Feliz solsticio, golfos

Tristes tiempos en los que todavía quedan imbéciles que saltan por que en Navidad se felicite la Navidad con motivos navideños y nombrando a la Navidad.

Acabo de enviar el siguiente correo a los diputados nominados y a medios de comunicación:

A la atención de los Sres. Diputados:

D. Rafael Simancas Simancas, GS, rsimancas@congreso.es
D. José Luis Centella Gómez, GIP, jlcg2@hotmail.com
D. Joan Coscubiela Conesa, GIP, icv.congreso@gpiv.congreso.es

(Direcciones de correo obtenidas en la web del congreso, donde aparecen de forma pública)

Muy señores míos:

Antes que nada debo decir que este mensaje lo había empezado a escribir con el tratamiento que ustedes, por su cargo, poseen, que es el de excelentísimos señores. Pero he decidido apearles ese tratamiento, lo que ruego me disculpen si no es de su agrado. Pero la verdad es que no era capaz de dirigirme a ustedes de esa forma.

He tenido conocimiento de su protesta (la suya y la de otros) por el contenido del mensaje difundido por el Presidente del Congreso de los Diputados difundido por la red Twitter felicitando la Navidad ¡con una imagen religiosa!

Estoy seguro de que habrá más de una iniciativa para recoger mensajes y dirigirlos a ustedes explicándoles lo que es un estado confesional, lo que significa ser laico, etc. Pero sinceramente no voy a entrar en esas discusiones que me parecen absurdas.

Simplemente quiero decirles algunas cosas: La primera, que lo normal en las fechas de Navidad es felicitar la Navidad. La segunda, que al hacerlo lo lógico es utilizar iconografía propia de tal celebración. Supongo que a ustedes no les parecerá mal que en estas fechas se manden absurdas imágenes de tipos vestidos de rojo o de bucólicos paisajes nevados con un vacío «felices fiestas», pero a mí sí. Porque lo que se celebra en estas fechas es la Navidad.

Segunda, que evidentemente ustedes no están obligados a celebrarla, faltaría más, por lo que no tienen porqué participar en el intercambio de felicitaciones. incluso pueden ustedes seguir la moda ridícula de felicitar el solsticio de invierno, con tal de quedar de chachipirulis y seguir teniendo algo que celebrar.

Y la tercera, que sean ustedes consecuentes y, no teniendo nada que celebrar, acudan ustedes a sus escaños en las fechas que la tiránica dictadura cristiana les obliga a estar de farra, renuncien a estas vacaciones o, en su defecto, a cobrar durante las mismas. Y, claro está, el bogavante a costa del erario público, ni olerlo.

Venga, va, y ya dejo una cuarta: PONEOS A TRABAJAR EN ALGO ÚTIL PARA VARIAR, PANDILLA DE GOLFOS Y ZÁNGANOS, QUE PARA ESO OS PAGAMOS, Y ADEMÁS CON MUCHÍSIMO ESFUERZO.

Atentamente,

En una semana rara

Es rara en todo. Desde el primer día hasta el último. Para todos. Y se nota. En medio de movimientos y tecleos mecánicos, noto que a otros les pasa lo que a mí. De repente un parón. No es un bloqueo, como tantas veces. Un se me ha ido la clave, me cambió de columna, estoy sin conexión… No. Tomamos aire, siquiera un momento, y observamos. Nos fijamos en esas pantallas que, de conocer de memoria y actuar sobre ellas mecánicamente, pareciera ahora que no las conocemos lo suficiente. Y reparamos en éste o aquel detalle. Buscamos en algún rincón oculto donde guardamos algo que un día dejamos a medias, confiando en rematar cuando tuviéramos tiempo. Y ahí sigue. Con el código a medio terminar, a falta de cosas que ya ni recordamos. Y ahora, por primera vez, somos conscientes de que no terminaremos lo que dejamos a medias, y tampoco volveremos a sacarnos las castañas del fuego con aquella ocurrencia que un día nos las sacó y que dejamos guardada para los por si acasos.

Poco a poco se acerca el fin de semana. Nos pasan los horarios, los turnos. Tocará empalmar jornadas, cenar un bocata tirando migas en el teclado. Irán terminando procesos. O no. Irán cuadrando números. O no. Se irán cerrando accesos. O no. Y llegará la próxima, la semana siguiente. Y aquella pantalla que durante 15 años, día tras día, nos recibió desconfiada, volviendo a pedir, qué pesada, claves y validaciones, se habrá cerrado para siempre.

Para nosotros, el fin de nuestra rutina y una puerta a la incertidumbre. Para una entidad con 178 años de historia, el tiro de gracia.

Patrona de España

Feliz día de la Inmaculada Concepción

Todo el mundo en general
a voces, Reina escogida,
diga que sois concebida
sin pecado original.
I
Hízoos vuestro Esposo caro
libre de leyes y fueros
y dio con que defenderos
un privilegio de amparo:
fue privilegio especial
el ser de Dios defendida,
con que fuistes concebida
sin pecado original.
II
Si mandó Dios verdadero
al padre y la madre honrar
lo que nos mandó guardar
Él lo quiso obrar primero:
Y así esta ley celestial
en Vos la dejó cumplida
pues os hizo concebida
sin pecado original.
III
El señor con su poder
tanto de gracia os llenó
que la culpa no halló
en que pudiese caer:
y así sin haceros mal
la culpa se fue corrida
porque os halló concebida
sin pecado original.
IV
Toda Vos resplandecéis
con soberano arrebol
que vuestra casa en el sol
dice David que tenéis:
De resplandor celestial
os cercó el Rey de la vida
para haceros concebida
sin pecado original.

Miguel del Cid
1614

Muerte

La decisión estaba tomada. Ya tenía dos hijos mayores, y su situación no era para alegrías. Prefirió no informar a su marido. Al fin y al cabo, eso sólo complicaría las cosas. Y al resto de la familia… ¡para qué! No la entenderían.

Así que la suerte estaba echada. El niño moriría. Como también lo hizo su hermano, también sin que nadie lo supiera. Sin miramientos, sin remordimientos, sin mirar atrás. Yo decido, se dijo. Esto es lo mejor,se dijo.

Y la muerte volvió a asomarse por aquella casa, y al altar de la bestia se entregó la sangre del inocente, que tanto demanda. Atentando contra su propia naturaleza, la madre arrancó la vida de su hijo. No era la primera vez. A nadie le importó. Nadie se enteró. La decisión era suya, y a nadie incumbió. Nadie derramó una lágrima por el indefenso bebé. Nadie le veló. Nadie le enterró.

Cuando esto sucede en Pilas y se esconden los cuerpos en un congelador, abre noticiarios y escandaliza.

Cuando esto sucede en centros «médicos», por centenares cada día en España, y los cuerpos se descuartizan, los hipócritas lo llaman progreso, derechos, salud reproductiva…