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¿Qué pasa en Andalucía?

Enfilamos el final de campaña y no he publicado acerca de la situación de Andalucía. Y aunque a priori me aburra y no parezca propio de este sitio tan decente, en esta ocasión sí hubiera querido hacerlo. Y en profundidad. Pero no para analizar las posibilidades de resultados electoral, la necesidad o no de eso que dicen que es tan sano de la alternancia y demás. No. Además, sobre eso escribe hoy Eulogio López y la verdad es que yo no hubiera condensado tan bien en tan pocas líneas.

Yo lo que quería traer aquí es mi sorpresa. Sí, mi sorpresa por cosas que escucho y leo. Que van suponiendo gotas y gotas, y llega un momento en que hasta yo reboso.

Claro, se refiere usted a los millones que el tal Guerrero ese iba entregando por ahí a…

No hombre, no, cómo me va a sorprender eso.

Ah… entonces se debe referir a lo de los expedientes en los que cada día sale más gente que se prejubilaba sin haber estado ahí y…

Quite, quite. Eso menos todavía.

Bueno, pues entonces, ya me dirá… que de lo de los hijos de Chaves ya hace mucho como para que se sorprenda ahora…

Hombre, claro, y tanto.

Pues entonces usted perdone pero no…

– Vamos a ver. A mí lo que precisamente me sorprende y me causa vergüenza ajena son los golpes de pecho y las caras de sorpresa del personal.

¿Que los niños de Chaves trincan? Vamos, hombre, eso aquí no lo hemos sabido nunca. ¿Que para poner en marcha algo y pillar subvención el camino más corto era tener a alguien dentro? Por favor, ¿de cuándo se ha imaginado eso un andaluz? ¿Que se reparten los millones entre amigotes? ¡Pero que me está usted diciendo! Y todo eso, claro, no se sabía. Y la muestra es que no se publicaba. Claro que con eso tampoco tiene nada que ver que la Junta sea la mayor fuente de ingresos de los grandes medios de comunicación. ¿Y el pepé? ¿Por qué no lo denunció claramente?

Hace meses, un amigo que trabaja dentro me decía más o menos textualmente: Lo que tienen claro es que cuando lleguen, tienen que disimular y no levantar alfombras. Y callados como p… Porque hay miles y miles de millones tirados, repartidos o regalados. Y el problema es que son millones de fondos europeos. Y si eso se denuncia, Europa viene y dice que le devolvamos ahora mismo hasta el último céntimo de las partidas de las que se hayan desviado fondos. Y entonces… a ver que se hace. Porque no hay dinero en 200 Juntas para pagar eso. Así que calladitos, que igual es mejor. Y si sale algo, poned todos cara de sorpresa. Como si aquí  nadie supuiera nada. Vamos, como si fuéramos totalmente gilipollas.

(CeR): De derechos y reveses

Artículo de su seguro servidor que Cruzando el Rubicón acaba de publicar: De derechos y reveses.

La idea original partió de la entrada del Sr. Embajador sobre el supuesto derecho a la maternidad, con la que estoy radicalmente de acuerdo. Pero al ir a escribir sobre el mismo tema, he ido abriendo el ángulo y me he ido a la reclamación habitual del derecho a todo.

Creo que me ha quedado un poco largo y no tan claro como quisiera. Ustedes perdonen.

Pero de Suiza capital

Resulta que la noticia de estos días es el referéndum que en Suiza han celebrado para plantear si suben el periodo mínimo de vacaciones anuales para mayores de 20 años de las cuatro semanas actuales a seis. El resultado negativo a esta propuesta es tema estrella no por el resultado en sí, sino por la comparación entre lo sucedido allí y lo que pudiera suceder aquí.

El chascarrillo es el mismo miren donde miren: «Pues en España hubieran pedido ampliarlas a 15 en vez de a 6», y así.

Y ya gente estupendísima, de esa que insiste en la necesidad de contención salarial y de reformas profundas, nos repite una y otra vez que esa es la diferencia entre Suiza y España y que por eso (por ese resultado imaginario que suponemos sin conocer realmente) ellos van tan chachipiruli y nosotros nos comemos los mocos.

Hoy mismo he oído/leído a tres personas distintas en otros tantos medios distintos insistir no ya en que por eso los Suizos son tan ricos, sino en que por eso nosotros somos paupérrimos y poco competitivos, amén de varias cosas más. Y de paso utilizaban el bollo suizo para justificar la necesidad de una profunda reforma laboral.

Pero claro, puestos a que nos comparen con los suizos, yo lo que echo de menos es que nos pongan de Suiza pero de Suiza capital, no de un pueblo del extrarradio. Porque digo yo que puestos a comparar, señores estupendísimos, ¿dónde dicen ustedes que los lugareños de Estepaís podríamos votar qué propuesta en referéndum? ¿Y dice usted que los Suizos son mejores que nosotros porque tienen más o menos los mismos días de vacaciones MÍNIMAS que nosotros fijas, y se conforman? Ya… ¿Pero de que cobren aproximadamente el quíntuple de sueldo por el mismo trabajo no nos van a comparar? ¿Les preguntamos a ellos en referéndum por dónde les meterían un sueldo español? ¿Eso no influirá? ¿De que en casi todas las empresas suizas se funcione con flexibilidad de horarios tampoco hablamos? ¿Eso tiene todavía menos que ver? ¿Y que los hombres se jubilen 2 años antes que los españoles y las mujeres 3 antes que las españolas (legalmente, en la práctica suele ser más porque con el salario cobrado en su vida laboral se pueden permitir prejubilaciones de su propio bolsillo) no influye tampoco?

Yo lo que recomendaría a estos tipos tan estupendísimos que tanto comparan es que procuren que nos parezcamos en el resto de condiciones laborales y luego comparemos. Que aquí nos pongan sus condiciones, y allí… bueno, sin tan pistonuda es, que les vendan la reforma laboral. ¿No dicen que es lo mejor de lo mejor para que lluevan euros del cielo?

Ah, vaya, que allí no usan euros… usan Francos… con perdón.

A ver si va a ser eso.

Cruzando el Rubicón

Nace, todavía como primera fase de un proyecto mayor, Cruzando el Rubicón. El responsable del neonato me ha concedido el honor de que sea mío el primer artículo que publica en esta fase Beta. Se titula «La sociedad (de la información) es la culpable».

Espero recuperar pronto tiempo y capacidad de escribir para intentar cumplir con éste y aquel proyecto.

Sor María Luisa, In Memoriam

Ya hemos dejado su recuerdo donde corresponde, pero no me resisto a hablar de ella también aquí.

Se me ocurrían muchas cosas para dedicarle. Por ejemplo, cómo se me viene a la cabeza su sonrisa sincera cada vez que hablan de la tristeza o la amargura de las monjas. Por ejemplo, cómo preguntaba por cada familiar cada vez que alguien le saludaba. Por ejemplo, el interés que siempre tenía por saber qué había sido de cada una de sus alumnas, y cómo de todas sin excepción tenía algo que contar… y siempre bueno.

Se fue rápidamente, sin molestar. ¡Cómo iba a irse ella, que no concebía perder un minuto sin hacer nada útil! Un catarro, una tos… y toda la Eternidad por delante.

Entre los primeros recuerdos que tengo de las monjas del cole está siempre ella. Cuando iba de soltero a una Misa del Gallo, o cuando fuimos a preguntar por la posibilidad de casarnos allí… Las charlas con mi entonces novia se alargaban más y más.

Así dicho, nada sorprendente… pero las suyas eran distintas. Como decía antes, siempre preguntando con interés. «¿Y tu hermana? ¿Y aquella amiga tuya? ¿Y qué han estudiado? ¿Tienen trabajo? ¿Les va bien?»

Tenía esa edad indeterminada que tienen algunas monjas a las que llevas quince años viendo… y no les aprecias paso del tiempo. Y en los últimos meses había dejado de verla. Se puso malita de las piernas y se quedó arriba, en la casa. Mi hija tuvo la inmensa suerte de verla el viernes, a 48 horas de la Gloria, y todo ocurrió según el guión. «¿Cómo le va a tu hermana mayor? ¿está contenta? ¿Y cómo está tu hermanito? ¿Le cuidas mucho? ¿Papá y mamá están bien? Da muchos besos en casa…»

Antes de ponerse malita la recuerdo apoyada en su bastón, yendo y viniendo al otro cole de la comunidad, con sus papeles, apuntes y cuadernos. O en la portería por las tardes, siempre trabajando, corrigiendo o preparando exámenes, preparando lecciones… Siempre boli en ristre, siempre entregada a su pasión absoluta: sus alumnos y la enseñanza.

Es una frase hecha, pero es que no me cabe duda de que en el Cielo le han dejado un balconcito desde el que ver a los niños ¡a sus niños! corriendo por el patio. Hasta ahora sigue siendo maestra. Mi hija ha comprendido con ella que la pena que sentimos en realidad es por nosotros mismos, pero que por ella ahora es una alegría inmensa la que debemos tener.

Caen lágrimas, sí. Pero las recoge una sonrisa, imaginándola Arriba, postrada ante el Señor, ya feliz sin sus padecimientos mundanos, mientras Él la mira con ternura, sonríe y le dice «María Luisa, hija mía, y hoy ¿por cual de tus niños vienes a pedirme?»

Descanse en Paz.

De musas, vino, rosas, pan y cebolla

En demasiadas ocasiones he dejado sin escribir entradas que me apetecían mucho. Sobre el matrimonio, muchas. Sobre el placer que se oculta en una tarde entregada a ayudar en los estudios de los hijos, sin poder dedicarla a aquello que un día pensamos que haríamos cuando la tropa fuera creciendo, varias. Sobre el poder regenerativo de un bebé abrazado al pecho que consigue eliminar nuestra lista de tareas haciendo que mantener esa postura sea la prioridad absoluta, también varias.

Esas faltas, en la mayoría de los casos, venían provocadas por la falta de tiempo, por las prisas, por la saturación de cosas pendientes que me hacen escribir mucho menos de lo que quisiera, y además hacen que no me siente a empezar un tema profundo porque prefiero no escribir de algo a quedarme a medias.

Pero hay otras, bastantes, en las que el cuerpo me pide escribir como reivindicación del matrimonio y de la familia, y de la grandeza de tener niños en casa, y de reivindicación de la entrega, fidelidad e indisolubilidad del matrimonio. Una denuncia del modelo imperante de la pareja siempre adolescente, siempre fijada en el disfrute del momento, siempre orientada a la comodidad, en defensa de la verdadera naturaleza de la familia, del, en resumen, sabio dicho «contigo, pan y cebolla».

Y cuando busco el hueco, acomodo a las musas y me dispongo a teclear desnudando mis sentimientos y mostrando al mundo que mi felicidad consiste en abrazar a mi esposa y besarle la frente cuando las fuerzas ya no me dan para más, o que después de llegar harto de todo a casa me sumerjo durante más de una hora en el estudio profundo de este o aquel tema de naturales de 1º de la ESO, alternado con corregir ejercicios de matemáticas de 4º de Primaria, aliñado con un cambio de pañales y tirarme al suelo a fingir que las piezas de Lego forman un animal que nos ataca y lo que para otros sería una pesadilla para mí supone mi verdadera vocación a la que no puedo entregarme tanto como quisiera… cuando voy a contarle al mundo esto, o la emoción que tengo que esconder cuando susurro a una preadolescente lo que puede encontrarse ahí fuera e intento guiarle sobre cómo enfrentarlo, o el placer que encierra un charco de baba en el pecho cuando un niño pequeño se queda dormido en brazos, o tantas otras cosas, encuentro entonces que la preadolescente ejerce de tal y me recibe con una sucesión de desplantes, o que el pequeño juguetón se ha transformado en una rabieta con patas que no para de chillar, de tirar cosas y de pegarle a sus hermanas, o que los deberes de primaria que se podrían hacer en una o dos horas se eternizan mientras se miran las musarañas, o que el refugio buscado en los brazos de mi esposa se transforman, por las circunstancias vividas, en un reproche o en una actuación en todo contrario a lo que uno esperaba.

Y si llego a sentarme ante el teclado pienso que no es entonces cuando pueda escribir nada sobre algo a reivindicar, cuando lo que siento en ese momento es que me ataca los nervios. Y aquellas musas recogen sus bártulos y se marchan, y aquellos sentimientos vuelven a abrigarse y la entrada no llega a escribirse.

El que una vez se diera esa circunstancia no me llamó la atención. El que se repitiera en varias ocasiones me hizo pensar en la mala suerte que me dejaba sin escribir aquello que realmente quería gritar al mundo. En la última ocasión, al fin, una de las musas se quedó conmigo, me sacudió con fuerza y me espetó: «Pero so pedazo de trozo, ¿Es que todavía no nos entiendes, después de que te lo dejamos todo hecho?».

Y por fin lo entendí. Entendí que es absurdo el propagar las bondades del contigo pan y cebolla en un remanso de florecillas y mariposas. Y que para los buenos ratos ya hay voluntarios a patadas. Y que la reivindicación de la vigencia del amor de los esposos más allá del enamoramiento juvenil y de los días de vino y rosas debe hacerse desde la trinchera de los momentos oscuros que se reivindican. Y que jugar con los legos no tiene mérito si no se reciben en un ojo después de una noche de toses y llantos. Y que decirle a alguien lo que debería hacer está bien, pero está mejor acompañar el deseo de crecimiento desde el sufrimiento del aparente desapego adolescente.

Y es que en realidad es todo eso lo que yo quería reivindicar. Ante las familias que se deshacen porque «lo nuestro se ha convertido otra cosa, ya no es como antes», que entiendan que es la misma vida la que ya no es como antes… afortunadamente. Para las parejas que se abandonan porque «echan de menos la marcha y la diversión de antes», que entiendan que la marcha y la diversión son partes de una etapa de la vida. Para aquellos que se quejan de que «con niños ya no es lo mismo»… ¿qué esperaban? ¡Claro que no es lo mismo! Para aquellos del «buf… un hermanito… con las preocupaciones que eso conlleva», sacudirles el cuajo con fuerza para preguntárles qué vida es esa en la que no hay preocupaciones. Para aquellos, en fin, del «es que no me entiende», una duda: ¿y tú, intentas entenderle?

En suma, entendí que si quiero hablar de las bondades y bendiciones de la familia, es desde el pan y la cebolla desde donde mejor puedo hacerlo.

Ahora sólo me falta encontrar tiempo. Muchas horas han pasado desde que empecé esta entrada hasta ahora, que quiero concluir. Ratos sueltos, tiempos muertos, esperas…

No he querido dejarla pasar. La ocasión de al menos fijar una postura, dar mi acuse de recibo. Espero volver al tema y hacerlo de manera pausada y extensa. Será en otro rato suelto, en otra espera. Hasta entonces, si esta tarde vuelvo a encontrar un desplante, un berrinche, una desobediencia o una mala cara, daré gracias a Dios por que ese desplante, ese berrinche, esa desobediencia y esa mala cara son mi vida. Aquello a lo que nunca renunciaría en mi vida.

¡Cómo está Hungría!

Desgraciadamente ni las meninges ni el reloj me dan para estar al tanto de todo lo que quisiera seguir. Uno de los capítulos de los que recibo información pero que no he proceso es el relativo a Hungría.

Recibo informaciones sobre su nueva Constitución, sus problemas con la UE y la reacción de los magiares en defensa de su independencia y contra la intervención de la UE en esos problemas. Por un lado me llegan denuncias de que la maquinaria europea se pone en marcha como respuesta a los principios contenidos en la nueva constitución, tales como lo referente a:

Símbolos: «Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana».

Vida: «La vida fetal y embrionaria será protegida desde el momento de su concepción».

Religión: «Las religiones tienen derecho a estar presentes en el espacio público, ya sea para celebrar ceremonias o hacer proselitismo».

Familia: «Sostenemos que la familia y la nación constituyen el marco principal de nuestra coexistencia y que nos cohesionan valores como la fidelidad, la fe y el amor».

También sobre que el inicio de los problemas vino cuando Hungría utilizó parte de unos fondos europeos en costear una campaña en defensa de la vida, cosa inaceptable por la Unión, y que debe ser mucho más grave a lo que se hace aquí, que es tirar directamente esos fondos por el sumidero.

Bien, aceptando la buena pinta que tiene a primera vista lo defendido por los Húngaros y lo factible de que Bruselas tocara los mondongos a quien defendiera semejantes cosas, el no conocer en profundidad el asunto me deja abierta la puerta a que verdaderamente haya otros asuntos a corregir por parte de Hungría que «expliquen» las presiones de la UE (si es que algo puede explicar la simple existencia de la UE).

Y con esa puerta abierta estaba anoche cuando, en el telediario de las 9, explican que la situación en el país magiar era muy difícil porque (y enumero de memoria):

1.- No son capaces de corregir su déficit, del 3%.

2.- Con el salario medio (que primero dicen en la moneda nacional y luego traducen a unos 400 euros, aunque en cualquier búsqueda rápida en google se lee que pasa los 600) «una familia con una sola fuente de ingresos tiene dificultades para llegar a fin de mes, sobre todo después de las últimas subidas de precios».

3.- El nivel de paro «alcanza ya el 10%».

Claro, uno puede no saber de qué va el asunto… pero vamos a ver:

1.- Tienen menos de la mitad de déficit que nosotros.

2.- Admiten las dificultades de una pareja con un solo sueldo, si este es medio, para llegar a fin de mes… ¿hablamos de cuántas parejas vivimos en España con un sólo sueldo mediano y cómo llegamos a fin de mes?

3.- Y el paro, fíjense cómo está la cosa… es la mitad del nuestro.

Y los medios oficiales presentan esta situación como excusa para que la UE quiera meter mano… Pues me temo que me han convencido justo de lo contrario.

Pero claro, en la España de Belén Esteban, millones de paisanos se acostarían anoche pensando «ojú, cómo está Hungría, pobrecitos… tenemos que hacer algo».

Torre Pelli: Acuerdo o escándalo a la vista

Tal y como algunos nos veníamos figurando hace meses, el Ayuntamiento de Sevilla va a pedir a Cajasol que pare las obras en altura de su rascacielos ante la amenaza de la Unesco de desposeer de la catalogación de Patrimonio de la Humanidad el centro histórico de la ciudad.

Sobre la practicidad de la torre y lo equivocado del debate en torno a ella me he manifestado desde el principio en el mismo sentido, y he seguido denunciando el absoluto error que supondría la culminación de la torre en su emplazamiento.

Y en los últimos tiempos, me he venido barruntando sobre dónde estaba el truco y son muchas las personas bien informadas que coinciden en la misma hipótesis.

A saber:

El Ayuntamiento de Sevilla dice ahora que no quiere que continúe la obra de la torre. Pero la obra tiene todos los permisos necesarios del Ayuntamiento, otorgados por el anterior equipo (y añado, sin protesta ni denuncia ninguna por parte del actual alcalde, entonces omnipresente líder de la oposición). Ve como va tomando cuerpo la amenaza de la Unesco de retirar la catalogación de Patrimonio al centro histórico, y ese es el arma que utilizaría para justificar una paralización de la obra. No puede permitir una amenaza como esa a lo que supone el turismo en Sevilla. Una pena que no se le ocurra ninguna de las muchas mejoras que necesita Sevilla en materia turística, pero bueno.

Cajasol, por su parte, se enfrenta a varias realidades que debieran hacerle renunciar a su propósito. Primero, que la situación actual de la entidad es radicalmente distinta de la de hace cuatro años, cuando se inició el proyecto: Ahora forma parte de otra entidad mayor y el horizonte es que se diluya aún más en la próxima tanda de fusiones. Ya no tiene sentido unas grandes instalaciones como sede de los servicios centrales de la entidad, que se han trasladado a Madrid, y mucho menos la oferta de miles de metros cuadrados de oficinas en un mercado absolutamente saturado. Qué decir además de lo que supone para una entidad bancaria, en la situación actual, añadir a su balance activos inmobiliarios de dudosa rentabilidad. Y evidentemente, que entidades que reciben milmillonarias ayudas del FROB empleen entre la tercera parte y la mitad de las mismas en un proyecto faraónico, cuanto menos, mosquea.

Ante esa perspectiva, Cajasol hace sus cuentas y con un mínimo de sentido común que tenga, ve que no le salen. Y si a uno no le sale el seguir para arriba y el otro prefiere que no suban más… ¿no parece clara la solución? Paramos la torre en la planta, digamos, número veinte y todos contentos. ¿No? Eso sería lo lógico, o lo fácil, o lo factible, o como quieran llamarlo. Y por eso hablo de acuerdo en el título, y espero que eso sea lo que está al caer, y ahí acabe la historia de este despropósito.

Pero ¿por qué hablo también de escándalo? Vamos a ello.

A mí los cambios radicales de postura en un tema tan evidente me mosquean. Mucho. Y si viene por parte de determinada gente, más.

Por una parte tenemos a un alcalde que mientras fue oposición salía un día sí y otro también en los medios, haciendo calle y metiéndose en cada fregado que encontraba. Incluso usando palabras de este su seguro servidor como suyas, dicho sea de paso, y al que no le recuerdo una sola protesta por lo que la Torre representaba. Ni una. Sólo a punto de llegar las elecciones que le instalaron en la alcaldía, puso en duda la legalidad de la obra, avalándola poco después. Y además tenemos un segundo de a bordo que hace bien poco se manifestaba públicamente a favor de la torre. Por cierto, Don Javier, usted vive en mi misma calle y por tanto debe de saber de sobra el tapón de tráfico que supondrá cuando funcione, porque le afectará exactamente lo mismo que a mí y que al resto de 300.000 sevillanos del Aljarafe. Claro que a usted le llevan y puede leerse el periódico mientras otros sufrimos los atascos al volante, también es verdad. Volviendo al tema: ante un Ayuntamiento para el que no había problemas hasta anteayer… ¿por qué de repente esa vehemencia y ese «no vamos a permitir» que esgrime ahora? Me parece bien la firmeza y la vehemencia, pero siempre que se tengan desde el principio y no vayamos cambiando el discurso. Se habla ahora de un plazo inmediato, de días para que el promotor, al que no le hemos puesto apenas pegas nunca, pare a la voz de ¡YA! la altura de la torre o si no, se amenaza con meter mano y obligar, con las consecuencias que tendría, a pararla. Y además clamando por la intervención del Ministerio y la Consejería de Cultura. Ahora. Durante años, chitón. Y ahora tiene que arreglarse en un fin de semana.

Y por otra parte, hay malas, malísimas lenguas de mentes poco sanas que imaginan a alguien del promotor pensando cómo hacer frente a un proyecto desbordado que empieza a entender como inasumible y de repente… «¡Vaya! si el Ayuntamiento me para la obra… ¡puedo pedir indemnización a tantos millones por piso levantado!» Se habla de ¡200 millones de Euros! como la cantidad que los sevillanos tendrían que poner por parar una obra legal a la que no se le ha puesto ni una pega en años. Evidentemente esto que digo es una maldad que circula únicamente por mentes calenturientas y nada tiene que ver con la realidad, ni tampoco puede otorgarle verosimilitud el hecho de que las obras se hayan acelerado a ojos vista en los últimos meses, conforme se evidenciaba la poca rentabilidad teórica de la misma.

Esperamos que las mentes calenturientas no tengan razón, y encima no nos cueste el dinero el solucionar este desaguisado al que se metió en él sin ser capaz de afrontarlo. Quiero creer que habrá un acuerdo y que todos saldrán muy sonrientes en la foto (que en eso son probados especialistas los interesados) anunciando uno que ha solucionado una amenaza para la ciudad, y otro que ha renunciado magnánimamente a un gran proyecto con tal de que la ciudad no sufriera.

Y a ambos, plas, plas, plas, encima les tendremos que estar agradecidos.

Lo que de verdad me asusta de 2012

Que si crisis, que si predicciones apocalípticas Mayas, que si tal y cual.

Antena 3 estrena una serie llamada Toledo y subtitulada «la ciudad de las tres culturas». Y TVE avisa de una producción sobre la Reina (y Sierva de Dios) Isabel.

Eso sí que me acojona.

A ver si hay suerte y los Mayas se referían a los guionistas de televisión españoles, y aciertan.

Ruidos en el salón

Se despertó sobresaltado. Ya se había acostado inquiero y el ligero ruido que sonó en el salón bastó para desvelarle. Saltó de la cama. Por fin iba a poder comprobar si lo que le habían dicho sus compañeros era así. Cuidó de no hacer ruido y salió al pasillo. Pensó en entrar de golpe en el salón, pero prefirió dar una oportunidad a sus deseos y se dirigió al cuarto de sus padres. Con cuidado se asomó y comprobó, con tristeza, que aunque su madre dormía plácidamente, su padre no estaba en la cama. Hizo acopio de valor y aguantó las lágrimas. En el salón volvió a oír claramente el mismo ruido de antes. Así que decidió irrumpir en él y pedir explicaciones. Cuando estaba a punto de llegar a la puerta entreabierta tras la que ya no tenía dudas de que se encontraba alguien moviendo cosas, oyó un nuevo ruido, pero a sus espaldas. Se volvió y encontró a su padre saliendo del cuarto de baño con cara de sueño que se iba tornando en cara de sorpresa conforme reconocía a su hijo junto a la puerta del salón.

Las preguntas deuno y otro se cruzaron: «¿Qué haces levantado? ¿Dónde vas? ¿No sabes qué…?» «Papá, si no eres tú, ¿quién está en el salón?» «¿Cómo que quién está? ¿Es que les has oído? ¡Es Noche de Reyes!» «Pero mis amigos me dijeron que…» «Ejem, ejem…»

De repente se hizo un silencio espeso. Ese carraspeo no había salido de ninguno de los dos, sino que venía del salón.

«Si no os importa, váis a despertar a toda la casa y eso no sería conveniente. Bastante hay con que estéis los dos aquí. Id a dormir. Y tú, chaval, no te preocupes por lo que te digan tus compañeros. Nosotros seguiremos viniendo a todos los hogares en los que se celebre el Nacimiento del Salvador para conmemorar la Epifanía. Si algún amigo tuyo te dice otra cosa, es porque en su casa no nos esperan como mensajeros de alabanza, sino que sólo esperan su egoísmo. Es a esas casas a las que dejamos de ir. Venga, acostaos, y no intentéis contar a nadie lo ocurrido, porque mañana pensaréis que sólo ha sido un sueño.»

La siguiente vez que abrió los ojos, estaba en su cama. La luz entraba ya por las rendijas de la persiana y su hermana pequeña le saltaba en la cama gritando «Ya han venido, ya han venido. Arriba, dormilón, arriba».