El pánico ante la página en blanco del que a veces hablan escritores y columnistas debe ser algo parecido a lo que siento ahora. Cuando esta bitácora tenía vida propia y se actualizaba varias veces a la semana, tenía una manera de hacerlo: Abría el editor, lo preparaba todo y luego abría las orejas. El primer tema que captara mi atención, lo volcaba aquí. Sin planos ni presupuestos. A calzón quitado.
Es cierto que otras veces las entradas han sido masticadas y pre-digeridas antes de aparecer, sobre asuntos a los que les he dado vueltas y vueltas.
Hoy es una mezcla de ambas cosas, y no sé cómo saldrá. Porque el tema asoma desde hace tiempo, pero siempre lo reprimo por una mezcla de cosas: Tristeza, dolor, hastío, asco… por lo que aunque sepa de qué quiero escribir no me he dejado darle cuerpo al asunto. Así que ante el editor que ya no está tan en blanco, tomo aire y me dispongo a vomitar aquí lo que mis dedos tecleen, desde convicciones de muchos años pero sin maquetación ni presupuesto. El tema es el separatismo (no sólo) catalán, y pido de antemano perdón por ejemplo a mi santa y a mucha gente que, como ella, está hasta el gorro de que periódicos, webs, programas de radio e informativos de TV lleven no menos de 5 años bombardeando sobre el asunto. Algunos me preguntan qué creo que va a pasar porque a ellos todo les suena a chino, otros compran el discurso de que no va a pasar nada porque no puede pasar (el discurso Rajoyista: como no me gusta, cierro los ojos y aprieto mucho para que no pase, imagen en el espejo del pensamiento Alicia zapaterista del «como a mí me mola, se puede hacer y punto»). Otros, los que más grima me dan, teorizan sobre las posibilidades en función del coste y de las posibilidades económicas o empresariales.
A ver, mi opinión es muy simple: No va a pasar nada especialmente grave EN RELACIÓN A LO QUE YA HA PASADO. Que vaya a existir un estado independiente o no, que se vaya a conformar una federación… esas cosas son asuntos MENORES. España NO SE VA A ROMPER. Pero no por el coste, ni por la constitución, ni por la mediación de Obamas ni Mérkeles. No se va a romper por la sencilla razón de que España LLEVA DÉCADAS ROTA. Todo el mal está hecho y blindado desde hace décadas. Oficialmente, desde el 78, para más señas. Y los culpables principales no son ni Tarradellas, ni Pujol, ni Más. Ni Junqueras, ni Carod, ni Rahola ni Novell. Esos son unos pobrecitos que se creen la estrella de una función en la que sólo juegan los minutos de la basura. ¿Actores que encabezan los títulos de crédito? Sí. Pero que no han hecho apenas nada en el guión y la dirección de la obra. Ahí, AHÍ es donde hay que buscar a los responsables de todo.
Y esos guionistas y directores, encargados además del casting en el que aparecieron esos tontitos, no solo no están agitando banderas esteladas estos días. No, es peor. Los muy cabrones además se proponen (los que quedan, que afortunadamente la biología de vez en cuando limpia la cuadra) como solución. O los proponen sus dignos (es un decir) sucesores. Esos guionistas y directores no son otros que los arquitectos de eso que llamaron la transición (nunca olvidaré el acertadísimo comentario de D. Blas Piñar -q.e.P.d.- sobre lo sobrante de sus dos consonantes consecutivas intermedias), los llamados padres de la Constitución del 78, los «restauradores de la democracia». Con Juan Carlos Borbón al frente, diseñaron un plan que ya entonces algunos denunciaban (y otros repetíamos, aún sin ser conscientes por nuestra edad de lo certero que era) como un sistemático programa de destrucción y desmembración de España. Ese plan que los herederos de sus hacedores (partidos constitucionalistas, se llaman) aún esgrimen como solución, cuando no es sino el origen y causa del problema. De este y de muchos otros.
Una constitución que se basó desde el primer día en que se empezó a trabajar en ella, en una premisa fundamental e innegociable, reconocida por tantos y tantos testimonios y documentos: Por encima de todo debía agradar a comunistas y a separatistas. El resto era accesorio.
Y con ese faro alumbrador, el de que si valía para enemigos de España debía imponerse (sí, imponerse) al resto, se hizo. Y con esa directriz, imbéciles varios, enanos de la historia y miserables traidores han ido esgrimiendo año tras año, década tras década, el origen del mal como gran solución. Que el plan diseñado por el enemigo es lo único no negociable.
Pues bien, los que llevamos cuatro décadas denunciando la iniquidad de ese plan no vamos ahora a decir, como millones de colaboracionistas hacen «oh, cómo es posible». España no se va a romper el lunes 28. Ni después. Porque ya se rompió hace mucho. Porque los gobiernos de UCD, PSOE y PP, mandados por Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez y Mariano Rajoy, con el apoyo y sanción de Juan Carlos y de Felipe Borbón, han ido dinamitando con todo esmero la unidad de España. Porque han sido esos partidos, esos presidentes, esos jefes de estado los que han ido impulsando que se inculcara no en Cataluña, sino en toda España, el desconocimiento primero y el desprecio después -pues es imposible amar, ni siquiera respetar lo que se desconoce- de lo que significa la unidad de España. Por eso esos nombres que suelto en este párrafo son los traidores, los autores, los guionistas, los directores de todo esto. Y desgraciadamente, mucha bravata de encarcelar a Mas si promulga un decreto ilegal, pero todos pepsicoleando analmente al ver al Borbón o a su líder correspondiente, o todos hablando del nefasto Suárez como si hubiera sido un gran gobernante a la hora de echarle tierra. Todos ellos son los traidores responsables. Y sus defensores y votantes -en su caso-, colaboradores necesarios. Que ninguno de ellos me pida ahora que haga gestitos ridículos según su diseño.
Hace años que la chusma dominante compró encantada cosas como «unión entre Cataluña y España» o «que catalanes y españoles sigamos conviviendo en paz». Cosas que son infames mentiras y que no se defienden por separatistas racistas, sino por moderados gobernantes de la nación. Nunca puede haber unión ENTRE Cataluña y España, como nunca catalanes Y españoles podemos tener ninguna convivencia. Como un lucense no la tendrá con un gallego, ni habrá unión entre Guadalajara y España. Lo que habrá será unión EN España, abarcando a todas sus tierras. Lo que habrá será convivencia entre ESPAÑOLES, sean estos de donde sean. Lo que sí se puede pedir es convivencia entre sevillanos y gaditanos, o entre coruñeses y jienenses, o entre vallecanos y gente de moratalaz. Y el que no entienda que la equivalencia es esa, por favor, que deje de hablar y hacer daño.
Por supuesto que han sido los separatistas los que han manipulado la historia, los que han inventado un enfrentamiento que jamás existió, más allá de los problemas de convivencia que ha habido entre todos nosotros en distintos momentos de la historia. Los que han ido arrimando el ascua a su sardina haciéndose las víctimas o pidiendo más y más, hasta que lo que les queda por pedir ya sean las llaves de la casa, la cama y tu mujer. Pero todas esas tropelías, todas esas manipulaciones, toda esa programación mental sistemática ejercida sobre generaciones y generaciones han venido amparadas y bendecidas por los sucesivos gobiernos nacionales, según el diseño de Juan Carlos y sus secuaces (es una forma de hablar porque el Borbón no era el jefe de aquello) del plan para la destrucción de España.
Décadas de aplicación de ese plan, con la intervención esmerada y repetitiva de todos los actores, los separatistas y los separadores, los mentirosos y los que aprobaban libros de textos con esas mentiras, los que financiaban la estructura de la ruptura y los que les firmaban las cuentas para ello. Décadas. Y ahora, ¿que qué va a pasar? Pues lo normal, que de una manera o de otra se plasme lo que se lleva haciendo tanto tiempo. En un estado independiente, en una federación, con euro, con peseta o con pujoletas. En la Unión Europea o fuera de ella (incluso pueden tener esa suerte). Con fronteras o sin ellas.
A ver si me entendéis: QUÉ MÁS DA. Lo importante es que un puñado de traidores llevan años aniquilando España. Y que millones de colaboracionistas los llevan en palmitas. A unos y otros les profeso el mismo asco, en nada superior al que me inspire Mas, Junqueras, Romeva, el tío de la chancla o Albiol o Iceta. Es que me dan igual. Cada uno tiene su papel. Unos más vistoso, otros más discreto, unos más atractivo, otros hacen de malo. TODOS PARTICIPAN EN LA OBRA.
Yo me vuelvo a lo mío. A lo nuestro. A lo que siempre ha sido. España es España. Las Españas. Con todas ellas por igual. Ya nos arrancaron varios pedazos. Ahora podrán arrancar otro más. España seguirá siendo España. Aunque una parte incompleta de ella utilice el nombre en exclusiva. Aunque otra parte de ella reniegue de llamarse así. Comprenda un estado, dos, diez o veinticinco. Hable castellano, catalán, gallego, vascuence, náhuatl o aranés. O cualquier otra de las lenguas de las Españas. Todas españolas.
¿La solución? Esto no tiene solución humana. O la que tiene no es nada fácil y es tarea para varias generaciones. Muchas. Y desde luego, tirando al pilón a quien corresponda y que jamás vuelva a meterse en nada.
Si en los 70 se hubiera escuchado a algunas voces que fueron despreciadas y perseguidas, entonces se podía haber paliado algo. Una vez que pasamos los 80 y todos esos que nombraba antes seguían sin ser colgados en plaza pública, ya se veía claramente a dónde íbamos.
Los que queríamos verlo, claro. Otros seguían a lo suyo, aclamando a unos u otros. Los muy cabrones.