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Brothers en la Casa Blanca

En el suplemento dominical XL Semanal de ayer se incluía un reportaje sobre Reggie Love, el que ha sido asesor personal del presidente useño Barack Hussein Obama durante varios años. En los primeros párrafos aparece la siguiente explicación sobre el porqué de su vínculo:

Uno de los vínculos que unieron desde el principio a Obama y Love fue su fascinación por el baloncesto, pero aún más, cuenta Reggie, fue el hecho de ser negros, algo que en una carrera presidencial no era ‘inocuo’. Según explica Love, una vez en la Casa Blanca, la raza fue una de las razones por las que el presidente siguió contando con él. «Porque sabía que podía confiar en mí, total y absolutamente», escribe. «Yo era el único otro hermano de color que trabajaba en el Ala Oeste, el único que estaba metido en el fregado todos los días».

A mí personalmente me parece bien lo que dicen en este párrafo, no me importa lo más mínimo en base a qué se hicieran más o menos amiguitos, pero… ¿imaginan ustedes que fuera al contrario? ¿Imaginan a un presidente y un asistente blancos diciendo que confiaban uno en el otro por la raza, porque los otros eran negros?

Yo no soy racista. Pero tengo claro que si yo dijera algo equivalente a lo que dice este tipo, tanto él como su ex-jefe, el tal Barack, me acusarían de serlo y me perseguirían con saña.

Cataluña. Y ahora, ¿qué?

El pánico ante la página en blanco del que a veces hablan escritores y columnistas debe ser algo parecido a lo que siento ahora. Cuando esta bitácora tenía vida propia y se actualizaba varias veces a la semana, tenía una manera de hacerlo: Abría el editor, lo preparaba todo y luego abría las orejas. El primer tema que captara mi atención, lo volcaba aquí. Sin planos ni presupuestos. A calzón quitado.

Es cierto que otras veces las entradas han sido masticadas y pre-digeridas antes de aparecer, sobre asuntos a los que les he dado vueltas y vueltas.

Hoy es una mezcla de ambas cosas, y no sé cómo saldrá. Porque el tema asoma desde hace tiempo, pero siempre lo reprimo por una mezcla de cosas: Tristeza,  dolor, hastío, asco… por lo que aunque sepa de qué quiero escribir no me he dejado darle cuerpo al asunto. Así que ante el editor que ya no está tan en blanco, tomo aire y me dispongo a vomitar aquí lo que mis dedos tecleen, desde convicciones de muchos años pero sin maquetación ni presupuesto. El tema es el separatismo (no sólo) catalán, y pido de antemano perdón por ejemplo a mi santa y a mucha gente que, como ella, está hasta el gorro de que periódicos, webs, programas de radio e informativos de TV lleven no menos de 5 años bombardeando sobre el asunto. Algunos me preguntan qué creo que va a pasar porque a ellos todo les suena a chino, otros compran el discurso de que no va a pasar nada porque no puede pasar (el discurso Rajoyista: como no me gusta, cierro los ojos y aprieto mucho para que no pase, imagen en el espejo del pensamiento Alicia zapaterista del «como a mí me mola, se puede hacer y punto»). Otros, los que más grima me dan, teorizan sobre las posibilidades en función del coste y de las posibilidades económicas o empresariales.

A ver, mi opinión es muy simple: No va a pasar nada especialmente grave EN RELACIÓN A LO QUE YA HA PASADO. Que vaya a existir un estado independiente o no, que se vaya a conformar una federación… esas cosas son asuntos MENORES. España NO SE VA A ROMPER. Pero no por el coste, ni por la constitución, ni por la mediación de Obamas ni Mérkeles. No se va a romper por la sencilla razón de que España LLEVA DÉCADAS ROTA. Todo el mal está hecho y blindado desde hace décadas. Oficialmente, desde el 78, para más señas. Y los culpables principales no son ni Tarradellas, ni Pujol, ni Más. Ni Junqueras, ni Carod, ni Rahola ni Novell. Esos son unos pobrecitos que se creen la estrella de una función en la que sólo juegan los minutos de la basura. ¿Actores que encabezan los títulos de crédito? Sí. Pero que no han hecho apenas nada en el guión y la dirección de la obra. Ahí, AHÍ es donde hay que buscar a los responsables de todo.

Y esos guionistas y directores, encargados además del casting en el que aparecieron esos tontitos, no solo no están agitando banderas esteladas estos días. No, es peor. Los muy cabrones además se proponen (los que quedan, que afortunadamente la biología de vez en cuando limpia la cuadra) como solución. O los proponen sus dignos (es un decir) sucesores. Esos guionistas y directores no son otros que los arquitectos de eso que llamaron la transición (nunca olvidaré el acertadísimo comentario de D. Blas Piñar -q.e.P.d.- sobre lo sobrante de sus dos consonantes consecutivas intermedias), los llamados padres de la Constitución del 78, los «restauradores de la democracia». Con Juan Carlos Borbón al frente, diseñaron un plan que ya entonces algunos denunciaban (y otros repetíamos, aún sin ser conscientes por nuestra edad de lo certero que era) como un sistemático programa de destrucción y desmembración de España. Ese plan que los herederos de sus hacedores (partidos constitucionalistas, se llaman) aún esgrimen como solución, cuando no es sino el origen y causa del problema. De este y de muchos otros.

Una constitución que se basó desde el primer día en que se empezó a trabajar en ella, en una premisa fundamental e innegociable, reconocida por tantos y tantos testimonios y documentos: Por encima de todo debía agradar a comunistas y a separatistas. El resto era accesorio.

Y con ese faro alumbrador, el de que si valía para enemigos de España debía imponerse (sí, imponerse) al resto, se hizo. Y con esa directriz, imbéciles varios, enanos de la historia y miserables traidores han ido esgrimiendo año tras año, década tras década, el origen del mal como gran solución. Que el plan diseñado por el enemigo es lo único no negociable.

Pues bien, los que llevamos cuatro décadas denunciando la iniquidad de ese plan no vamos ahora a decir, como millones de colaboracionistas hacen «oh, cómo es posible». España no se va a romper el lunes 28. Ni después. Porque ya se rompió hace mucho. Porque los gobiernos de UCD, PSOE y PP, mandados por Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez y Mariano Rajoy, con el apoyo y sanción de Juan Carlos y de Felipe Borbón, han ido dinamitando con todo esmero la unidad de España. Porque han sido esos partidos, esos presidentes, esos jefes de estado los que han ido impulsando que se inculcara no en Cataluña, sino en toda España, el desconocimiento primero y el desprecio después -pues es imposible amar, ni siquiera respetar lo que se desconoce- de lo que significa la unidad de España. Por eso esos nombres que suelto en este párrafo son los traidores, los autores, los guionistas, los directores de todo esto. Y desgraciadamente, mucha bravata de encarcelar a Mas si promulga un decreto ilegal, pero todos pepsicoleando analmente al ver al Borbón o a su líder correspondiente, o todos hablando del nefasto Suárez como si hubiera sido un gran gobernante a la hora de echarle tierra. Todos ellos son los traidores responsables. Y sus defensores y votantes -en su caso-, colaboradores necesarios. Que ninguno de ellos me pida ahora que haga gestitos ridículos según su diseño.

Hace años que la chusma dominante compró encantada cosas como «unión entre Cataluña y España» o «que catalanes y españoles sigamos conviviendo en paz». Cosas que son infames mentiras y que no se defienden por separatistas racistas, sino por moderados gobernantes de la nación. Nunca puede haber unión ENTRE Cataluña y España, como nunca catalanes Y españoles podemos tener ninguna convivencia. Como un lucense no la tendrá con un gallego, ni habrá unión entre Guadalajara y España. Lo que habrá será unión EN España, abarcando a todas sus tierras. Lo que habrá será convivencia entre ESPAÑOLES, sean estos de donde sean. Lo que sí se puede pedir es convivencia entre sevillanos y gaditanos, o entre coruñeses y jienenses, o entre vallecanos y gente de moratalaz. Y el que no entienda que la equivalencia es esa, por favor, que deje de hablar y hacer daño.

Por supuesto que han sido los separatistas los que han manipulado la historia, los que han inventado un enfrentamiento que jamás existió, más allá de los problemas de convivencia que ha habido entre todos nosotros en distintos momentos de la historia. Los que han ido arrimando el ascua a su sardina haciéndose las víctimas o pidiendo más y más, hasta que lo que les queda por pedir ya sean las llaves de la casa, la cama y tu mujer. Pero todas esas tropelías, todas esas manipulaciones, toda esa programación mental sistemática ejercida sobre generaciones y generaciones han venido amparadas y bendecidas por los sucesivos gobiernos nacionales, según el diseño de Juan Carlos y sus secuaces (es una forma de hablar porque el Borbón no era el jefe de aquello) del plan para la destrucción de España.

Décadas de aplicación de ese plan, con la intervención esmerada y repetitiva de todos los actores, los separatistas y los separadores, los mentirosos y los que aprobaban libros de textos con esas mentiras, los que financiaban la estructura de la ruptura y los que les firmaban las cuentas para ello. Décadas. Y ahora, ¿que qué va a pasar? Pues lo normal, que de una manera o de otra se plasme lo que se lleva haciendo tanto tiempo. En un estado independiente, en una federación, con euro, con peseta o con pujoletas. En la Unión Europea o fuera de ella (incluso pueden tener esa suerte). Con fronteras o sin ellas.

A ver si me entendéis: QUÉ MÁS DA. Lo importante es que un puñado de traidores llevan años aniquilando España. Y que millones de colaboracionistas los llevan en palmitas. A unos y otros les profeso el mismo asco, en nada superior al que me inspire Mas, Junqueras, Romeva, el tío de la chancla o Albiol o Iceta. Es que me dan igual. Cada uno tiene su papel. Unos más vistoso, otros más discreto, unos más atractivo, otros hacen de malo. TODOS PARTICIPAN EN LA OBRA.

Yo me vuelvo a lo mío. A lo nuestro. A lo que siempre ha sido. España es España. Las Españas. Con todas ellas por igual. Ya nos arrancaron varios pedazos. Ahora podrán arrancar otro más. España seguirá siendo España. Aunque una parte incompleta de ella utilice el nombre en exclusiva. Aunque otra parte de ella reniegue de llamarse así. Comprenda un estado, dos, diez o veinticinco. Hable castellano, catalán, gallego, vascuence, náhuatl o aranés. O cualquier otra de las lenguas de las Españas. Todas españolas.

¿La solución? Esto no tiene solución humana. O la que tiene no es nada fácil y es tarea para varias generaciones. Muchas. Y desde luego, tirando al pilón a quien corresponda y que jamás vuelva a meterse en nada.

Si en los 70 se hubiera escuchado a algunas voces que fueron despreciadas y perseguidas, entonces se podía haber paliado algo. Una vez que pasamos los 80 y todos esos que nombraba antes seguían sin ser colgados en plaza pública, ya se veía claramente a dónde íbamos.

Los que queríamos verlo, claro. Otros seguían a lo suyo, aclamando a unos u otros. Los muy cabrones.

Recuerdos de verano

Se escapaban las últimas horas de vacaciones. En estas, Gonzalete suelta mi mano y hace por separarse de mí y me dice que va a ver una cosa, que le deje un momento. Sabiendo de sobra la respuesta le pido que me cuente dónde va. Le voy poniendo yo palabras en su boca para que acabe reconociendo «a asomarme a casa de Isabel». Le pregunto si sabe que está cerrada y que no hay nadie, que le va a dar más pena verla así. «No. Al revés. Así recordaré cuando estaba aquí y estaré menos triste».

Sé que cualquier argumentación supuestamente lógica no servirá para nada, porque conozco perfecta y detalladamente lo que piensa, lo que siente, lo que busca. Le pregunto si quiere que vaya con él y me sorprende su respuesta afirmativa. Yo hubiera preferido la soledad. Allí recorre cada ventana cerrada con la vista, se cuela en el porche, por el que corretea, y efectivamente, la cara se le alegra.

Me veo en su situación y me pregunto cuándo dejará de evocar a las personas para evocar los tiempos. Cuanto más tarde, mejor.

En los últimos años son muy pocas las veces que recorro los lugares que pueblan mis recuerdos. Y cuando lo hago, busco, como ahora Gonzalete, los lugares en los que anduve, aún sin aquellos con los que lo hice.

Y no hablo de ello con nadie, porque sé que nadie puede entenderlo. En ocasiones me veo con esos compañeros (primos, en su mayoría) en persona, con sus esposas, con sus maridos, con sus hijos… y claro que disfruto el momento, y me alegro de verlos, y les abrazo con emoción, porque les quiero de verdad. Pero lo que yo viví en aquellos lugares ya no está. Quienes busco ya no son ellos. Y recorro cada palmo de aquella hierba, y abrazo cada castaño, y respiro hondo, y dejo correr las aguas del Iregua entre mis dedos…

Y siento realmente las mismas risas, los mismos cantos, los mismos juegos, las mismas emociones, provocadas por los mismos que un día las vivimos también con los ojos abiertos. Y ninguno de ellos existe ya. O mejor, ninguno de ellos existimos.

Gonzalete sigue sonriendo mientras explora cada rendija, cada rastro. Porque él sabe que sus recuerdos sólo duermen, y volverán a despertar el próximo verano. Hasta que llegue un día en que descubra que sus ojos abiertos ya han vivido el último de los veranos, y que ya sólo podrá recuperarlos con los ojos cerrados, aspirando hondo y mezclando sus lágrimas con el agua del mar, como las mías se han mezclado tantas veces con la del Iregua.

Ese Iregua que sueño con oír correr, en el que sueño con volver a chapotear y pescar cuando, si Dios me lo concede, vuelva a tener eternamente aquellos pocos años.

Buscando en la tienda de recuerdos

Durante las vacaciones, las niñas quisieron un recuerdo concreto: una sudadera de la Universidad de Salamanca. Así que entre imponente piedra arenisca y los más bellos atardeceres urbanos que en el mundo haya, se las compramos. Y Gonzalete, viendo que sus hermanas se llevaban su recuerdo, pidió el suyo en justa correspondencia. Y señalaba tal o cual camiseta, la típica rana, una figurita… un poco al tuntún. El caso era tener su recuerdo, igual que sus hermanas.

Así que le dije: «Gon, si las niñas quieren una camiseta de aquí, ¿qué te parece si a ti te compramos una bien chula en Asturias, con Don Pelayo?». Con la cara iluminada aceptó y pasó las siguientes horas presumiendo de la camiseta tan chula que iba a tener «de Don Pelayo ganándole a los moros».

Así llegamos hasta Asturias, y subimos a Covadonga. Gonzalete repite, señalando a la cueva y a los altos riscos, las historias que ha oído de mí y que recuerda con detalle. El rincón invita a la evocación, al entornar los ojos y adivinar a Pelayo rodeado de agoreros insistiendo en la desesperanza de la empresa, alzando la modesta Cruz realizada con dos ramas de roble y diciendo que en ella estaba toda la esperanza que necesitaban. Oír las piedras cayendo desde las alturas. Sentir el silbido de las flechas sarracenas subiendo y volviendo a caer después de tocar en las rocas (o de que las giraran los ángeles). Y por supuesto invita a la oración. En la Cueva ante la Santina y ante las tumbas de Pelayo y Alfonso I, y en la Basílica ante el Sagrario pidiendo, si no un nuevo Pelayo, sí al menos menos nuevos Oppas, que tanto abundan.

El caso es que tras la visita nos acercamos a las tienditas de recuerdos que hay en el lugar. Gonzalete pregunta por su camiseta, y como yo me temía (por las búsquedas que había realizado antes), ni una. Recuerdo que al subir he visto unos tenderetes al pie del manantial bajo la Cueva. Y me voy hacia allí. Camisetas con osos, con lobos, con runas célticas, con paisajes naturales, con sidra, con vacas… Y para no mentir, sí había con Don Pelayo. Dos. Feas como un castigo y caricaturescas. Una con alguna gracia, otra con ninguna. Le traslado a Gonzalete, que se lamenta y se contenta con una figurita del héroe, que me encargaré de buscársela por internet o en su caso de hacérsela yo a partir de la foto de la estatua de Covadonga o de la de Cangas.

En otro momento de la visita, mi esposa evoca el recuerdo del Monumento a William Wallace en Stirling, Escocia, que visitamos en nuestra luna de miel. Yo le apunto con tristeza la diferencia de que allí todos llevan a Wallace en todos lados y no se cansan de evocarle, contar su historia, reivindicarle y ensalzarle, mientras que aquí Pelayo es un apósito, quizá molesto para muchos. Y pienso en nuestra clase dirigente, en nuestro sistema educativo… y en gran parte de nuestra jerarquía purpurada. Y adivino entonces que Don Oppas, el infame y repugnante traidor sí que lo dejó todo atado y bien atado, el hijoputa. Y regado de herederos.

Nota adicional: Conozco dos modelos comercializados de camisetas de Don Pelayo. Este lo tengo, y este otro siempre me ha hecho mucha gracia y acabaré teniéndolo también. Pero no era lo que buscaba. Y mi queja no es por la camiseta, es por la ausencia de un sentimiento, de una reivindicación de uno de los episodios más heroicos de la Historia, que marcó el devenir no ya de la nuestra sino de la de toda la Cristiandad y cuyos detractores merecerían comerse hoy las moscas vestidos con chilabas y lapidando a la gente, como los herederos de aquél inmenso ejército que sucumbió a las piedras, a las flechas, pero sobre todo a la determinación y al heroísmo de un puñado de valientes que encarnaron a todo un pueblo, el hispano, que no se resignó a aceptar la traición que Don Oppas le ofrecía diciendo (hay cosas que no cambian, rediez) que para qué luchar, si lo importante era la estabilidad y la tranquilidad, manteniéndose fiel a Cristo y al viejo reino, a las raíces, a la Tradición, a la sangre.

¿El problema? Que tenemos un héroe libertador que acaudilló a 300 valientes en una misión imposible del que nació una epopeya. Pero mientras por ahí ruedan Braveheart ó 300, aquí el modelo es… el que es.

Vázquez de Mella des-plazado y su coste para los peperos

Aunque la bitácora anda bastante abandonada, no dejo de comentar todo tipo de asuntos en redes sociales, sobre todo en google plus. Allí mismo he hecho esta mañana un primer comentario sobre el asunto de que el Ayuntamiento de Madrid ha confirmado finalmente que la Plaza Vázquez de Mella de la capital pasa a llamarse de Pedro Zerolo. No voy a entrar en la segunda parte, los méritos del osgarmator democráticus, porque ya habríamos terminado.

Podría enfocar en cambio el asunto glosando los méritos de Don Juan Vázquez de Mella para tener su plaza, su calle o su monumento en cada rincón de España. Pero entonces me extendería demasiado. Así que, dejando unas pinceladas sobre él, quiero señalar a quien ha decidido es des-plazamiento: El Ayuntamiento de Madrid.

Por un lado, la propuesta de cambio ha venido del PSOE, partido en el que militaba Zerolo. Además de con sus votos, se ha aprobado con los de Ahora Madrid de la alcaldesa Carmena y los de Ciudadanos. Y me parece natural que la izquierda quiera eliminar reconocimientos y recuerdos de Vázquez de Mella, puesto que nada más peligroso para la izquierda que el recordar que los más profundos discursos en defensa de la justicia social, de la dignidad del obrero, de la obligación moral del salario justo, etc. que se dieron en la España de finales de XIX y principios del XX desde luego no fueron las soflamas revolucionarias y violentas de la izquierda, ni fueron inspirados por el marxismo, sino que fue precisamente Vázquez de Mella, desde el tradicionalismo y bebiendo de la Doctrina Social de la Iglesia quien los lanza, articula y consolida. Eso a la izquierda, que nunca lo reconocerá en público, le sigue supurando en privado.

Por el otro lado, la derecha liberal pepera ha votado en contra. Y también me parece comprensible, pues Vázquez de Mella, como buen tradicionalista español y defensor de la Justicia Social repartió tanta estopa al liberalismo económico como al socialismo. Y tanto repudiaba al marxismo como al capitalismo. Por tanto es connatural al Partido Popular el rechazo a su figura. Ahora bien, ¿cuál es el argumento central y único de la oposición pepera a la medida? Pues ni el reconocimiento a Mella, ni a su talla cultural, ni a su importancia histórica, ni nada parecido. Ha sido (insisto, únicamente) el coste de cambiar placas, de que los vecinos tengan que cambiar sus datos, etc.

Por estas cosas, y por muchas otras, no me cansaré de repetirlo: Si el PP me parece tan malo y despreciable como el PSOE o Podemos en base a su ideología, mil veces prefiero un rojo enardecido que un repulsivo y tibio pepero, incapaz de defender ni su propia ideología (en el supuesto de que la conozca) y siempre pendiente del coste y la conveniencia de decir A o B.

Mil veces prefiero enfrente a un pelotón de podemitas radicales que a un solo pepero baboso. Sin duda.

Manuela Carmena y su sentido de la justicia

Circula por la red este vídeo con estas perlas de Manuela Carmena, señalando lo grave que es que la previsible futura alcaldesa de la capital suelte semejante cúmulo de disparates.

Click para ver el vídeo.

Yo discrepo. En parte. Es grave y son disparates, pero lo realmente grave no es que lo diga una futura alcaldesa. Lo que debe hacernos pensar en qué régimen sufrimos es que esta pájara llega al sillón de alcaldesa… desde el sillón del tribunal. Eso sí que es aterrador.

Pero eso es la justicia de Estepaís. Ese es el logro de la democracia, de la constitución del 78, de la transición y de los partidos políticos.

Ojalá la justicia fuera un cachondeo como decía Pedro Pacheco. Ojalá.

Elecciones municipales. Vota a tus VECINOS.

Sin entrar en profundidades, y secundando la campaña «Vecinos» impulsada por la CTC, que busca expulsar a los partidos políticos de nuestros ayuntamientos para dar voz a los vecinos por encima de los partidos, en Espartinas se presenta una candidatura vecinal, ajena a todos los partidos, que ha elaborado su proyecto (tanto su programa como lista de candidatos) mediante consulta abierta a los vecinos.

Personalmente me hubiera gustado participar activamente en ese proyecto. No lo he hecho, y por tanto si hay algo que me hubiera gustado que llevaran en su zurrón y no llevan el primer culpable soy yo, puesto que no sólo estuvieron siempre abiertos a ello sino que a algunos comentarios míos en fb al respecto siempre me insistieron en que contaban con todos los vecinos e invitaron a participar.

La candidatura se llama Vecinos por Espartinas (VxE) y esta es su página web: http://www.vecinosxespartinas.com/

Su página de fb: https://www.facebook.com/pages/Vecinos-por-Espartinas/1462867283986206

Su cuenta de twitter: https://twitter.com/VxEspartinas

Tienen página de google +: https://plus.google.com/u/0/114086250054737604531/ pero no la usan. Es un punto en su contra pero por esta vez se lo podemos pasar…

La LetiMelena Bob

Como era de esperar, no tenía ni puñetera idea de qué es una «melena bob» hasta que ayer pararon rotativas para explicárnoslo a todos. Y no sólo no lo sabía, sino que me interesaba más o menos lo mismo que ahora. Lógicamente me importa un ca… se me da una higa cómo se peine o pele Doña Letic Letizia. Ahora bien, por donde no paso es por ese juicio categórico que ayer daban en algún medio (que lógicamente aparcó asuntos menores como el holocausto inmigrante del Mediterráneo o el cristiano en medio mundo para centrarse en este acontecimiento peludo y planetario) de que la medida «obedecía a la intención de Doña Letizia de modernizar la imagen de la monarquía y acercarla al pueblo».

Repito, que se peine como le salga de los huesos, que se afeite los parietales, que se haga una cresta y se la pinte de verde o que se haga trenzas, pero si eso es lo que puede acercar o alejar la monarquía al pueblo, ya tarda en arder la ocupante del trono, el pueblo y el periodista que eleva semejante gilipollez al rango de noticia.

¿Saben qué es lo peor? Que en el fondo tiene razón: Eso es lo que hoy mira la gente. Lo que antes era el pueblo y hoy son un amasijo informe de eso que llaman ciudadanos. Capullos hartos de soma que aceptarán eso que llaman reina en función de sus pelos, cretinos que otorgan legitimidad en función de la imagen.

Doña Letizia, un día le dije que cuando las turbas asalten Palacio no espere que aquellos a quienes desprecia públicamente vayamos a defenderla. Hoy le digo: tranquila, igual algún peluquero, o algún modistillo acude a defenderla.

Y permítame un consejo: Preocúpese menos de sus pelos y coma algo, leñe.

El progreso de Occidente

Me da vueltas a la cabeza la conexión que hay entre tanta aberración, dolor y muerte que tenemos alrededor.

La escalada de los islamistas en lo que fue cuna del cristianismo, los miles de sacrificados al dios del dinero y del progreso en el ara del Mediterráneo, el derrumbre de los estados fallidos…

En todo ello hay un punto de unión, un denominador común: La mano del occidente capitalista. La manipulación de los estados para crear un entramado cuya única importancia es la económica y petrolera, la negativa a invertir para crear condiciones DIGNAS de trabajo en los países pobres (y de paso ir destruyéndolas en los países que no saben (sabemos) que son (somos) pobres porque lo deben todo), la construcción de un trampantojo permanente agitado por los medios al servicio del sistema…

Nos brota la rabia en el estómago hacia esas mafias, hacia esos asesinos, hacia esas milicias que arrasan todo… Rabia lógica, consecuente. Pero que se vuelve injusta cuando la cortamos ahí, y no dirigimos la parte proporcional hacia los que fueron creando las condiciones de este espanto. El gobierno del imperio y sus lacayos en todo el mundo.

Este es el mundo moderno, cúlmen del progreso, fin de la Historia que el Occidente Capitalista ha construido y que nos vende como el punto álgido de nuestra Civilización. Este estercolero, este teatro de muerte y miseria.

Seguiremos remando, ofreciendo el cuello de nuestros hermanos y la esclavitud de nuestros hijos, no vayamos a perder nuestra dosis de soma.

El mal no necesita depresiones

Yo no digo que no haya que vigilar la salud psicológica de las personas, máxime si ocupan puestos o desempeñan funciones que repercutan o de los que dependan la seguridad y la vida de los demás. Pero sí afirmo que nos equivocamos de problema.

Es como cuando sale la noticia de un asesinato atroz (estoy recordando ahora el de los niños de Córdoba) y la tinta se usa más para buscar el desequilibrio psíquico del padre asesino que su maldad.

Una persona puede tener un problema psicológico por el que no sea capaz de superar una situación. Una ruptura, una pérdida, una enfermedad… Incluso que le impida percibir la realidad que le rodea con equilibrio. Pero quizá ese trauma, ese dolor le lleve a tomar decisiones graves sin que por ello haya un problema psicológico, sino sencillamente moral y espiritual.

Porque una persona puede perder sus referencias y seguridades, sus ganas de vivir, su ilusión… Pero si él no reconoce la sacralidad de cada vida humana y en su maldad considera que qué importan 149 bajas colaterales… Eso no es un problema psicológico. Es moral. No se debe a la depresión. Se debe al mal. Al mismo mal que alguno cree que tiene menos dimensión si en lugar de 150 vidas en un avión las vamos vaciando de sacralidad una a una, esta porque está enferma, esta porque nacerá discapacitado, aquella porque no era el momento, entonces sí podemos ir seleccionando.

El mal. El Diablo. El Enemigo. Ese cabrón que está detrás de todos esos crímenes en los que el imbécil contemporáneo, como niega su existencia, quiere ver razones biológicas y psicológicas con tal de no reconocerle como el verdadero origen de la maldad.

Y el Diablo, claro, encantado celebrando una nueva victoria. Victoria doble: la victoria del acto malvado en sí y la victoria de que no se le señale.

Aunque sepa, como sabemos, que al final será derrotado.